jueves, 12 de julio de 2012

Miguel Rodríguez Paz




Nació en Chimbote en 1936. Poeta y abogado. Hizo estudios escolares en el colegio Nacional San Pedro y realizó estudios superiores en la Universidad Nacional de Trujillo donde se doctoró de abogado. Ganó el concurso de los Juegos Florales en dicha universidad. En  Chimbote fundó la Casa de la Cultura y fue presidente del Frente de Unificación y Desarrollo de Chimbote. Fundó con Oscar Colchado Lucio y otros escritores el Grupo “Isla Blanca”. Escribió tres novelas “Náufragos de la vida”, “Los incomprendidos” y “Los buitres (inconclusa). También ha dejado inédito el poemario “Mares sin puerto”.
Su muerte prematura ocurrida en 1982 le impidió plasmar una obra superior, a uno de los escritores más intensos y sensibles de Chimbote. Su vida sirve de tema principal en la novela “Leyenda del padre”.

Hay un puerto que se llama absurdo

Hay un momento en que el  alma muere
enfagada en la hediondez desesperante
de un légamo de absurdos;
muere como una cosa informe que se despedaza
y se desperdiga sin que le importe a nadie;
como un cuerpo que rueda por el acantilado,
sin que a nadie le detenga,
sin que le mire nadie
sin que le salve nadie.
Hay momento en que el alma muere
sí, muere a pedazos
y uno la ve morir…

A veces quiere tener la fe de otros,
la vida de otros
la alegría y jocosidad de otros;
se quiere ser ciego hasta el tuétano,
y se envidia la esquizofrenia,
porque la vida duele de veras
con un dolor sin esperanza,
pungitivo
malsano
desquiciante
agobiador…
Y la realidad se parece a una mortaja inmensa
que lo ahoga a uno con el sudor de muerte.
Es un piélago negro de recuerdos
que tormentan horriblemente la existencia,
y es que jala la vida por los pelos
en un aciago intento de volver  atrás
¡Ah, y lo logra a veces
con qué animalidad!
Y uno se ve flotando a la deriva
en mares que aturden los sentidos
hasta desesperarlos,
en barquichuelos de papel con plomo
que se hunden por instantes dolorosos;
y uno siente ahogarse la vida
y se grita entonces hasta desplumarse
y el agua entra en el alma hasta por las orejas,
y no aparecen horizontes con sus puntos fijos,
no aparecen moles que nos tranquilicen,
¿Cómo  sobreviviremos?
¿Cómo?...
Hay un puerto que se llama absurdo
allende el mar de las Tormentas;
es vulgar como cualquier tierra,
terriblemente hastiante y corrompida,
llena de sandeces y vulgaridades,
es una tierra que todo promete y nada da,
y que nos ensucia más de barro
donde las sanguijuelas proliferan
hasta dejarnos sin sangre.
Una tierra de nadie y para todos
que nos parece limpia y es hedionda,
que nos parece vida y es la muerte
que nos parece gloria y es derrota;
una tierra sin cabellos y sin dientes,
que nos hunde pero nos salva…
Es el puerto que se llama absurdo.

Fuente: Guzmán Aranda, Jaime. ¡Poetas, los de mi tierra! Ríos Santa Editores. Chimbote, 2005.

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