jueves, 11 de octubre de 2012
Elmer Coral
Es natural del distrito de Pariacoto (provincia de Huaraz), donde nació en 1977. Se licenció en Educación Secundaria por la Universidad Nacional del Santa. Ejerce la docencia en la I.E.P. Señor de la vida desde el año 2006. Es autor del poemario "Confidencia bajo sombra" (2010).
Sueños y confesiones
A Mía, eterna en inmensa como nuestra historia
¿Te has preguntado a dónde va ese hombre taciturno
/que cruza la bulliciosa calle?
Y cuando pasan los irremediables días sin saber nada
/de él
¿Te haz preguntado qué estará haciendo ese delfín
/que se desliza en tu pensamiento?
¿A dónde voy?
A grabar tu nombre en una estrella
A inventar una historia para hacerte soñar mientras
/duermes
A buscar un prado donde echarnos a mirar el sol
A curar el ala rota de nuestra paloma mensajera
para que me envíes con ella los suspiros lejanos
A liberar de las cárceles a los inocentes para ponerlos
/ a tus pies
A entender todas las luces del mundo para que no te
/pierdas
en la confusión de tus pensamientos.
A abrir los milenarios caminos por donde han de viajar
/nuestros anhelos.
¿Dónde estoy?
Alejado del mundo buscándote en mis recuerdos
Llegando a ti
Encendiendo el silencio para escuchar el sonido de tu
/ risueña voz
Acariciando tu piel y jugando con la redondez de tus
/ senos.
Necesito alejarme de esta tribu llamado mundo
Para tocar tus formas y alcanzar el cielo con mis
/ labios.
Fuente: Coral, Elmer. Confidencia bajo sombra. 5 Esquinas. Chimbote,2010.
jueves, 20 de septiembre de 2012
La insistencia de lo hórrido en el “Soliloquio”de Juan Ojeda
Wilder Caururo Sánchez
"La poesía existe para que la muerte no tenga la última
palabra"
Edgar Bayley
Producir en los seres humanos la sensación de desdoblamiento y
evanescencia es un verdadero logro que sólo se consigue a partir de la
filosofía y, mejor aún, a partir de la Poesía.
Poetizar, resulta entonces, un acto consciente de búsqueda y
permanencia del ser. De ése que se escribe a sí mismo con la lucidez y la
premura que solo otorgan las palabras. Poetizar la vida es cantar a la vida,
aun, en la cercanía de la muerte... Poetizar la vida es re-encantarla desde lo
cotidiano... viviendo los valores que importan... es, cada vez, ir re-
descubriendo más al otro y a sí mismo.
Heidegger escribió con mucho acierto que
el poetizar pensante es en verdad la topología del ser. Y para él, pensar
se eslabona necesariamente con el recordar. Por ello, luego afirma con
seguridad que el poetizar necesariamente implica recordar que a fin de cuentas
no es el pensar mismo, sino lo más próximo a él. Con el término “recuerdo” o
“memoria” Heidegger aludía a lo que los griegos
denominaban “Mnémosyne”
y que representaron como la hija del cielo
y de la tierra desposada con Zeus y madre de las musas. La poesía – lo
mismo que el juego, la música y la danza – es hija de la memoria. El recuerdo
de lo que ha de pensarse es la fuente originaria de la poesía, porque la poesía
es el arroyo que a veces retrocede hasta el manantial, el pensar como recuerdo.
Así pues, para Heidegger el poetizar es un radical fundar. Y ¿qué
fundan los poetas? El ser, por tanto el mundo, las cosas, Dios…el fundar
implica abrir el Ser, hacer que el mundo
llegue a existir, causar el nacimiento de los dioses. De esa manera entendemos,
a la luz dada por Heidegger, que toda auténtica
filosofía es a la vez pensante y poética.
Y ese fue el camino que eligió Juan Ojeda (Chimbote, 1944-
Lima.1984) para dejar su huella en la memoria de los hombres. Eligió el
poetizar pensante hacia una mejor comprensión de la esfera existencial, que tan
cara nos es a los mortales y de la cual muy difícilmente podemos evadirnos,
sino es por la creación de mundos alternos cargados de un profundo sentimiento
fantástico. Hoy evocaremos a Ojeda y repasaremos esa lucidez metafísica a
través de un poema suyo “Soliloquio”, publicado en 1972 en la colección de
poemas Eleusis. La elección de este poema se debe a la necesidad de encontrar la
filiación entre idea y poesía, exigencia omnipresente en lo escrito por Heidegger.
Para realizar un buen análisis del poema, procederemos a presentar
el texto íntegro:
Soliloquio
Para el que ha contemplado la duración de lo
real es horrenda fábula.
Sólo los desesperados, esos que soportan una
implacable soledad horadando las cosas,
Podrían develar nuestra torpe carencia,
la vana sobriedad del espíritu cuando nos
asalta el temor de un mundo ajeno a los sentidos.
¿Qué esperarías, agotado de ti o una estéril
música, cuyo resplandor al abismarse te anodaría? Pero tú yaces oculto
o simulas alejarte De lo que, en verdad, es tu único misterio: en la innoble
morada de la realidad nutres un sentido más hondo, del que ya ha cesado todo
vestigio humano. Y destruyes el reino de lo innombrable, que en ti mismo
habita.
¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar, descendiendo,
en una materia más huraña que el polvo?
Nada hay en los dominios frescos del sueño o
la vigilia.
Así he considerado con indiferencia mi vida
y debemos marcharnos.
Leído el poema, podemos trazar una ruta de análisis que nos
permita discernir el entramado ontológico sobre el que se ha edificado.
“SOLILOQUIO” desde el título del poema se inscribe el sentido
original del autor de hablarse a sí mismo y de sí mismo. Ese mirarse tan
cercano lo pondrá frente a frente con sus pensamientos. Solo, amparado y crecido por su mente busca disgregar las aristas más sensibles del
ser. El Soliloquio no es solo una postura, es un acto propicio del poetizar
pensante. Pues, como ya hemos anunciado, poesía y pensar no están disociados,
son dos líneas paralelas que en algún punto del infinito se interceptan y donde
su mayor cercanía produce en fidelidad el surgimiento de su más pura esencia.
“Para el que ha contemplado
la duración / lo real es horrenda
fábula”.
En estos versos, sintetiza, el sujeto lírico, el pensamiento que
lo acomete desde el momento que la contemplación se convierte en la línea de
partida de toda locura y todo acierto. Elabora una sentencia con una especie de
pesimismo óntico. Lo cruel que es la realidad que se
recibe como una imposición a los sentidos y la certeza de verse consumido en el
tiempo como fuego de muchas hogueras. La
fábula (la terrible historia humana) se rechaza por su horridez por la
detestable manera que tiene de dañarnos; y el tiempo, si podemos concebirlo, es
solo una forma de desintegrar al ser mismo en la nada. La duración aludida es
permanente, es un canto que febrilmente corrompe nuestra necesidad, a veces
ciega y visionaria, de vivir en el intento de morir menos cada día. Todo ya ha
sido dicho ¿qué queda sino esperar el que hoy pase a ser ayer? He ahí el
verdadero horror de la existencia ya no solo hecho a partir de palabras, sino
de sensaciones cada vez más y más reales.
“...Sólo los
desesperados,/ esos que soportan una implacable soledad/horadando las cosas,
podrían/develar nuestra torpe carencia,/ la vana sobriedad del espíritu/cuando nos asalta el
temor/de un mundo ajeno a los sentidos”.
Los desesperados, cuya convicción se anuncia
aquí, son los que con constancia luchan
contra la implacable soledad de vivir, para habitar en el plano de las esencias
trascendentales. Son los que no se conforman con las mismas respuestas. Los que
van más allá de toda duda y verdad. Aquéllos que saben de antemano que no hay
sobriedad que se resista, si en cambio ha de soportarse el temor de un mundo
ajeno a los sentidos en el cual, iluminados, todos, debiéramos aspirar habitar.
Solo el horadar las cosas en la necesidad cuántica de hallarle entrañas a todo
lo existente nos alienta con convicciones profundas; pues entonces entendemos
que la luz lo dice todo y el espíritu es a la vez ciego y sabio en la lírica
eufonía de la sobria ebriedad. Y es ahí cuando lo bello se torna terrible, como
lo dijera Rilke, alguna vez, todo ángel es terrible, porque si la belleza
no sirve para darnos de golpes y despertarnos entonces nada ha de importar en
la vida.
Será por eso que, la obra de arte ya no sólo ha de ser considerada un objeto a
la mano, sino también y, sobre
todo, fuente de verdad; siendo irreductible al mundo, no como mero instrumento. La
atención que se le tiene es por ella misma y no como función o mecanismo. Tiene
su propio mundo, que ella misma abre y funda.
La obra es apertura de la verdad, aun en un
sentido más profundo y radical: no sólo abre e ilumina un mundo,... sino que
además, al abrir e iluminar, hace que se haga presente ese otro aspecto
constitutivo de toda apertura de la verdad que la metafísica olvida,... En la
obra de arte está realizada la verdad no sólo como revelación y apertura, sino
también como oscuridad y ocultamiento. Y por ello, los que han desesperado
podrán, en armonía con su búsqueda, entender la imperceptible tramoya que a la
vez anonada y cautiva
“Qué
esperarías, agotado de ti/ o una estéril música,/cuyo resplandor al abismarse
te anonadaría”.
Así, se impone un reto para el que osa
enfrentar la verdad es una lucha cruel y subjetiva. En ella, toda melodía y resplandor conduce al
equívoco en una ambigüedad que nos
sorprende y extravía. Pues todos los mortales estamos llamados al error desde
que nacemos. Cualquier síntoma en la realidad
que nos permita comprendernos nos conduce a la rabia más irredenta que
existe, y de la cual no podemos salir. Será por eso que toda condena, al final,
es dulce y centuplicada de laboriosidad metafísica.
“Pero tú yaces oculto o simulas alejarte/de lo que, en verdad, es tu único
misterio:/en la innoble morada de la realidad/nutres un sentido más hondo,/ del que
ya ha cesado todo vestigio humano”.
Ocultarse en la propia magnitud de nuestra
existencia diminuta sin la posibilidad de alejarse de veras, asumiendo verdades
y misterios propios al hombre. La innoble morada de la realidad...ésa que con
su gesto y canto corrompe la hondura y la verdad y en la cual el humano se
halla inmerso sin poder huir, sin siquiera poder enunciarse con lírica
profundidad. Y ese reino de lo hórrido existe. En el obtenemos las heridas que
nos causan angustia, y en el que descubrimos que pensar y poetizar hasta la
inmanencia más profunda nos otorgará, algún día, un paliativo existencial. En
ese reino, que padecemos como nuestro y al que nunca conoceremos en su
totalidad; concebimos posibles respuestas que jamás terminarán por
satisfacernos por completo .Pues, al final de cuentas, la persona no es una
cosa, una sustancia, un objeto. Con ello
quiero subrayar lo mismo que señala Husserl
cuando postula para la unidad de la persona una constitución esencialmente
distinta que para las cosas naturales. A la esencia de la persona pertenece el
poder solamente existir realizando actos intencionales... El ser psíquico no
tiene, pues, nada que ver con el ser de la persona. Los actos se realizan, la
persona es un realizador de actos. Y esos actos, a fin de cuentas, lo
justifican y condenan a la vez con su golpe súbito y su dolor más pleno.
“Y
destruyes / el reino de lo innombrable , que en ti mismo habita”
Porque nada hay que perder si de antemano sabemos que lo
hemos perdido todo, si sabemos que no hay forma de huir de esta muerte y solo
nos resta poetizar la vida hasta hacerla más suprema, incluso en este mundo de
asco y protervia absoluta. En ese sentido el hombre ha producido para sí el
crecimiento ontológico más grande la Poesía en un soliloquio del que solo
disfrutan la armonía de lo bello entre las manos y los ojos. Ha logrado
apropiarse de una ínsula tan extrañísima que la permitido ser Dios y hombre ante un
espejo. Un Dios de carne y hueso que se avergüenza de sí mismo.
“¿Qué esperarías? ¿Solo madurar, descendiendo, en una materia más huraña
que el polvo?”
Y ante la horrible evidencia , de saber que
vivimos para terminar siendo parte de la nada, si existe tal cosa, entonces qué
queda sino interrogar con impertinencia y olvidarlo todo u obligarnos a
resistir esa posibilidad que produce la náusea más grave en el hombre. Las
preguntas nos llevan a doblegarnos y escribir con nuestros puños ardientes que
todavía existe algo para resistir: el arte. Pues nada puede hacer la filosofía
para el descubrimiento del ser, de la verdad; ahora toca al arte sacar a flote
la verdad, le toca a la poesía desvelar lo que el ser es. La poesía es Epifanía
del Ser; esto es, lo que asegura Heidegger.
“Nada hay en los dominios frescos / del sueño
o la vigilia”
Todo ha quedado vacío, toda posibilidad de
encontrarnos satisfechos ni se logra dormido ni despierto. La insistencia de lo
hórrido es constante y no hay lugar para ocultarse y no hay forma de evitar que
el temor ,
o siquiera la duda, se apodere de nosotros, ya que eso implicaría alguna forma
de plenitud cotidiana, algo que no se nos es permitido desde el momento que ha
fracasado todo y nuestras manos no pueden sujetar el aire...
“Así/ he
considerado con indiferencia mi vida,/ y ya debemos marcharnos”
Así pues, la conclusión del poema nos
lleva a la verdad. Asumamos con
indiferencia que lo hórrido está ahí hagámosle frente con nuestras propias
armas, resistamos hasta que no nos quede nada más por hacer y sigamos la marcha
de la existencia. Así, mientras nos ahoguemos todavía encontraremos algún bote
de salvación para nosotros. Pues, ante la horrible verdad, lo que nos queda es vivir; vivir tan
intensamente una idea hasta ser puros, como tal vez Ojeda quiso serlo algún
día. Hagamos como él, no cerremos los ojos jamás ante esa terrible realidad,
asumamos que nunca podremos definir lo que al ser le acontece sin razones ni seguridades,
pues si de algo tenemos la certeza es que no hay respuestas para las
incontables dudas que nos acometen desde que nacemos hasta que encontramos el
morir. Porque solo muriendo cada día encontraremos razones para seguir la
marcha de la existencia. Hagámosle frente a lo hórrido, con nuestra impaciencia
lúdica y nuestra furia apocalíptica. No habrá Dios entonces que nos resista.
Y para concluir terminaremos con una cita
trepidante del maestro Wittgenstein
"De lo que no
se puede hablar lo mejor es callarse".
Fuentes de consulta
García Bacca,
Juan David: nueve grandes filósofos
contemporáneos y sus temas, caracas, publicaciones del Ministerio de
Educación Nacional, España
Heidegger,M. ,¿Qué
significa pensar?Ed.Nova,2ª.ed.,Buenos
Aires,1964.
Ojeda , Juan
Eleusis. Gárgola 2 Colec.de poesía
. Lima . 1972
Málaga , Raymundo; Hacia el análisis liberto de la elevación lírica, Editorial Norma,
Barcelona ,1999.
*Publicado
inicialmente en: http://eluniversalismo.webcindario.com/eluniversalismo/cau12.htm
sábado, 15 de septiembre de 2012
Dante Lecca: un cráter bueno y trashumante
I
La década del ’50 es clave en la
historia laboral pesquera de la costa peruana y, más precisamente, de Chimbote.
En 1952, empieza el éxodo de los pescadores del norte a causa de la escasez de
los cardúmenes de pez espada y atún, cuya caza los había concentrado en Máncora
y anexos por más de un lustro; los pescadores llegan a Chimbote y anexos en una
época en que se iniciaba aquí, también, la actividad siderúrgica. La
naturaleza, con sus caprichos estacionales, concentraba, ahora, en esta zona,
sus recursos, a los que debe agregarse la anchoveta, atrayendo desde entonces
oleadas sucesivas de gente migrante que, procedente mayoritariamente de las
sierras de la Libertad
y Ancash, empieza a poblar Chimbote; conformando desde ese momento un núcleo
humano nuevo y particular, constituido por las familias migrantes que se han
acercado a estas costas con los más importante de sus pertenencias materiales y
todos sus valores y herencias culturales; el seno de estas familias se
enriquece e incrementa con la llegada de nuevos hijos, nacidos ya en Chimbote,
los cuales crecen alimentados con una doble influencia cultural: la de los
padres, en el hogar, desarraigados de sus lares primigenios, y la de Chimbote,
borrosa aún y pugnaz en sus manifestaciones productivas, laborales y gremiales
con las que hierven sus calles fraguando
los nuevos ánimos que, ahora, son producto y posibilidad.
Dante
Lecca Lozano nació en Chimbote el 24 de abril de 1957, en el hogar de Roberto
Lecca Carbonell y Bertha Lozano Vidal, procedentes de Huaylillas, provincia de
Pataz, departamento de La
Libertad , donde estuvieron dedicados a la minería, pero al
arribar a Chimbote se dedican a la construcción civil en la época en que se
construía la siderúrgica. La experiencia vital de Dante Lecca discurre bajo la
doble influencia que dejamos anotada líneas arriba, en una peculiar confluencia
y mestizaje culturales que acentúan los rasgos urbano-costeros sobre los
andino-ancestrales, individualizándolo en su personalidad como un auténtico y
genuino porteño, desapegado de la tierra y siempre listo para zarpar; por ello,
no es casual que en Del cráter al pie de
mi cama, su tercer libro de poemas, se autodefina:
“En esta mitología
cotidiana:
ando por el puerto
ninguna institución
–forma abstracta del ser–
ha podido contenerme en
su seno.
Acaso ahí radique mi
desinterés por todo
pero la tierra, la tierra
y el cielo
la luz y las profundas
aguas
me educaron errante y
benévolo”.
Autodefinición que, a mi
entender, alcanza también a sus progenitores y a todos sus antecesores y
sucesores, congéneres que, acatando el mandato de su naturaleza, caminan tras
los rastros de la naturaleza, para comulgar el sustento con los sueños de
realización, en una trashumancia permanente cargada de bienes y recuerdos, cual
verdadero éxodo (y no exilio); autodefinición que, asimismo, nos provee la
pauta para explicar y entender el trajinar y el producto intelectual y
literario de Dante Lecca Lozano, en su vocación soñadora y evocatriz.
II
Las manos
del hallazgo
Apretón
de manos y otros poemas
es el sexto libro de versos de Dante Lecca Lozano; en él, reúne treinta y dos
poemas agrupados en cinco secciones que nos posibilitan un recorrido, el del
poeta, por los recuerdos y en la contemplación del entorno, a manera de la
porteña ciudad en la que, previamente, nos instala para que lo escuchemos, lo
sintamos, nos hagamos carne de él y conozcamos quién es el humano que, delante
de nosotros, deviene, replegándose sobre sí para confesársenos, refluyente
océano proceloso y transparente, en la historia de su periplo nacional que al
parecer no por casualidad cíñese a un cielo que, en el libro, empieza con el
corazón palpitante del sétimo poema y, cierra en el cementerio, “Sin lágrimas en
el entierro de sus muertos”, su poema final; final que en la dialéctica del
texto traduce la espontánea y natural dialéctica del poeta, traslúcida y
culminante en su poema “Conversando con el pasado” que es, en verdad, el
anuncio feliz del reencuentro consigo mismo, el encuentro y la recuperación de
la libertad de un hombre, Dante Lecca Lozano, que, ahora, después de tantas
cosas, de tantas olas agitadas, ya no es el mismo de antes y, por eso, dice lo
que piensa y siente, sin temores; o debe empezar a decirlo, olvidando lo
aprendido para aprender de nuevo, para estar con la oportuna sentencia del
maestro de Pájinas libres, en un
renovado intento y esfuerzo en la búsqueda indesmayable de lo nuestro.
La
búsqueda incesante de la propia identidad singulariza el trabajo de Dante Lecca
Lozano, precoz y corajudo desde los dieciséis años en que publicó su primer
libro Adolescere (1973) en la
efervescencia de un ambiente conmocionado política y socialmente por la
“revolución” de Juan Velasco Alvarado, por la que el poeta se sintió cautivado
y atraído, al punto de haber abandonado sus estudios secundarios en 1974,
arrastrándolo en el torbellino de su dinámica para definirlo en su temperamento
de hombre hecho para la acción e iniciándolo en una práctica política comprometida
con los que nada tienen, con el proletariado, por la que deviene militante
marxista, forjando así su escalpelo ideológico; este compromiso, no obstante
todas las vicisitudes personales del poeta, no ha muerto y es ratificado en el
poema “Apretón de manos”, que da el nombre al libro:
“Confieso no recordar
nada más reconfortante y hermoso
que un apretón de manos
de dos personas
que no tienen nada”
De ellos empezó a
nutrirse su emoción, y su estro recrea y se recrea cantándoles, convencido –y
hasta enfervorizado– porque materializan un
futuro que provee y mantiene el optimismo del hombre y del poeta. En esto
afirma su existencia, cubriendo más o menos una década desde 1975, cuando
enroló en la
Juventud Revolucionaria del Perú (JRP), de inspiración velasquista,
hasta 1984, que adscribe al Partido Unificado Mariateguista (PUM) luego de un
tránsito político por Patria Roja y el Partido Comunista Revolucionario (PCR),
y haber vivido los fugaces instantes de la unificación electoral de la
izquierda peruana (1980) con la experiencia ARI; de todo este trajinar se
libera –no aseguramos si definitivamente– en 1989 que rompió con el Partido
Mariateguista Revolucionario (PMR), luego de un breve intervalo entre 1985 y
1986, que aprovechó para culminar sus estudios secundarios en el Programa No
escolarizado de la Escuela N °
314 de Chimbote. Los menesteres y apremios del poeta, en todo este largo
período de su vida se condensan en tres de sus libros: El cedro de cemento (1981), Del
cráter al pie de mi cama (1984) y Diálogo
con un orfebre (1987); a estos, se agregan: Dientes de castor (1989) y Apretón
de manos…, que nos ocupa y que, a mi entender, señalan el puente y la
ruptura, respectivamente, en un tránsito difícil pero necesario, anhelado y
realizado por el poeta en el obligado e ineludible camino de la
autoidentificación, de la búsqueda de la propia razón de ser y del destino que
nos toca, eternas cuestiones del hombre a las que –según las evidencias– el
poeta no ha encontrado una respuesta satisfactoria en todo lo que va de su
trajinar. De aquí, las connotaciones humanas y literarias de Apretón de manos… y las características
de todo el trabajo literario anterior de Dante Lecca Lozano, expresión de sus
íntimas preocupaciones personales éticas y humanas, que se ven invadidas
intermitentemente por la hesitación, la nostalgia evocatriz que recala en el
hogar y la niñez, los sentimientos de soledad, desaliento, vaciedad, sinsentido
y hastío, presentes ya en Del cráter…,
más acá del boom chimbotano, y recriminantes en Diálogo…, con su “Antioda a la prosperidad” y su “Dios de metal”.
Y es que Dante Lecca
Lozano, en su situación y destino personales, expresa la situación y el destino
de Chimbote, que es la situación y el destino del Perú y del hombre. Chimbote,
dadas la juventud y complejidad de su vida social, económica y productiva, no
encuentra aún –y no lo logrará pronto– su propio destino, porque no ha definido
aún los nítidos perfiles de su propia personalidad; es decir, de su identidad,
en el bullente mar de la diversidad de sus vertientes confortantes; es esta
falta de identidad que Dante Lecca Lozano, queriéndolo o no, expresa no solo en
su temperamento y su producto literario, sino fundamentalmente en sus
carencias, que son las del individuo y del grupo, y de las que él, por
momentos, desespera, obligándolo a inquirir y buscar. Frente al problema de la
identidad, Dante Lecca es una interrogante que revela la tonificante y
estimulante contextura ética del poeta, empujado a la búsqueda, pero con nervio
creador, y predominantemente optimista; es el hombre que hace, no es; sale, no
contempla ni presiente; vive la vida, ve coge, siente, se conmueve, no rebusca;
de allí el tono predominantemente prosaico –panfletario e inflamante a ratos–
de su discurso, la naturaleza de su mensaje asimilable sin dificultad y un
insinuado e insinuante humor acre y raspante que se respira recriminatorio
contra todo lo que confina al hombre. En estas connotaciones que señalamos,
Dante Lecca Lozano es un caso particular en los pagos intelectuales de Chimbote
–y del Grupo Literario Isla Blanca– comparable en mismo trayecto a Óscar
Colchado Lucio y a Julio Bernabé Orbegozo Ríos que, en otro nivel de la
expresión literaria y por otras causales, se erigen ya como una respuesta que
habla por las raíces tradicionales, míticas, legendarias e histórico-andinas, o
humanas respectivamente; que en todo caso, justifican y explican la búsqueda de
Dante Lecca Lozano que seguirá siendo tal en tanto no se definan, en su
identidad y en su destino, los borrosos perfiles del entorno humano del que ya
forma parte, y en cuyo propósito ya dio, en Apretón de manos…, el primer paso
importante que es la identificación del propio yo, en un alto en el camino que
debe servir para superar las coyunturales y precarias estancias del
escepticismo individualista y continuar por los exigentes pero gratificantes
caminos del género que nada tiene –y sin el que nadie somos– pero que todo lo
da cuando nos tiende sus manos.
*Publicado
inicialmente en: Bellamar. Revista de
cultura. Año III. N° 7. Chimbote, abril
1992
lunes, 3 de septiembre de 2012
A la sombra de todos los espejos: una visión itinerante de la pluma en el espejo
Ricardo Cotrina Cerdán
A la sombra
de todos los espejos,
de Ricardo Ayllón, constituye una antología cuya selección poética traduce las
inquietudes estilísticas y temáticas por las que el autor ha transitado con
éxito desde Almacén de invierno.
La poesía chimbotana y de
la Región Chavín
se han enriquecido con aportes que
Ricardo Ayllón ha introducido a través de sus obras poéticas.
Desde Almacén de invierno, que incorpora una
visión desgarrada y exabrupta de emociones que no solo aborda una situación
existencial compleja sino también una concepción fatalista y encarnada sobre el
amor y la sexualidad; su estilo cosmopolita le permite aprovechar técnicas de
estructuración de metáforas, metonimias y las imágenes en las que se encripta y
explota hasta la saciedad. Tal vez sea este hecho el que lo fulmina en el ocaso
de una ciudad que no percibe el reflejo de una luz que pugna entre el espejo y
las sombras.
Si en Almacén de invierno
(primera parte del libro) la prosa poética contiene un ritmo interior que
transa con la atmósfera emocional que traducen sus palabras, en Des/Nudos. Para
cinco dibujos de Víctor Barrionuevo sus palabras transan con las imágenes
creadas por Barrionuevo para connotar un tiempo y una circunstancia que refleja
con sencillez el rostro maquillado de la vida, el dolor, la angustia, el placer
y el festín.
En el acápite A la sombra
de todos los espejos, Ricardo Ayllón vuelve a la prosa poética, manteniendo
tres constante inevitables de su estilo: la deconstrucción de las imágenes
poéticas: “Lejanos los ladridos, el viento –desde esta ventana que me deja
penetrar como saliva, como respiro tragándose mi nombre sin imagen concebida–
dejarás que descienda donde ti ataviado de hojas verdes, ardiendo, dispuesto a
guarecerme de la violencia solapada con que las horas intentarán espolvorear mi
figura de barro anónimo y breve”. (“Para que me llames de una sola forma”); su
abstraccionismo: “para que la ciudad –lejana como tu corazón de plumas y
partidas– jamás conozca los resquicios de tu alma ni la vaciedad de tus
esquirlas” (“Si quieres hundirte en un relámpago”); y la sustantividad del tema
sexual bajo la sombra: “Todos oyen,/ cercenan parte de mi aliento y repiten,/
Gabriela,/ que el río puede ser la libertad / o la historia de tu cuerpo.// Y
no niego que sería memoria de tu piel,/ un latido gimiendo invierno arriba,/ el
espíritu de un campo aprendido entre las sombras” (“A la sombra de todos los
espejos”).
En la antología poética A la sombra de todos los espejos no encuentro una poesía de los
bordes, ni enmarcada en la otra ribera, como ha señalado Antonio Sarmiento;
percibo una reasunción de las variables más significativas de la vanguardia
clásica y contemporánea. Percibo una tendencia impresionista, muchas veces se
torna expresionista; cuando distorsiona las formas y produce constructos
poéticos denoto un sesgo fauvista; algunas expresiones como “dulce baba de tu
dimensión mamífera” que rompen esquemas de una perspectiva romántica de la
poesía tradicional, me inclinan a percibir un halo de vorticismo; asimismo,
encuentro un tono y estructuras surrealistas
en el poema “Tras los muros del desvarío”, en este mismo poema se encuentra una
actitud creacionista.
Los temas de la vida
moderna que Ricardo Ayllón aborda en esta obra expresa la tensión, la angustia
existencial y social del hombre. No arriba hacia extremos políticos, ni
ideológicos o estéticos de la posmodernidad, por lo menos en el ciclo de
producción poética que se cierra en esta antología. En la recursividad icónica
que aprovecha Ricardo Ayllón en Des/Nudos. Para cinco dibujos de Víctor Barrionuevo
solo existe una relación externa que parte de un pretexto icónico a un texto
poético y a partir del cual se produce una intertextualidad objetivable solo en
el proceso de cognición lectoral. Este hecho de intermixión dibujo/poesía
constituye un tímido acercamiento a las últimas tendencias del vanguardismo
contemporáneo que explora con audacia el uso de la historieta, el collage y
otros productos-basura de la actual cultura que incluye formas del lenguaje.
* Publicado
originalmente en: Puerto de Oro. Investigación
& creación. Año I. N° 3. Chimbote, setiembre 2003
"Desatendida Poesía"
Ricardo Ayllón
La poesía está maldita. Paseo por librerías, estanterías de
editoriales y ferias de libros, y cada día se acentúa en mí la certeza de que
en lo que menos interés tiene el lector promedio en el Perú, es en adquirir
libros de poesía. Hago una miniencuesta entre amigos lectores preguntándoles la
razón, y las respuestas son casi las mismas: “Es que la poesía cada vez se
entiende menos”, me dice un profesor de secundaria; “¡A la poesía le falta
acción!”, responde un estudiante universitario casi instintivamente; “La poesía
es para escribirla, no para leerla”, intenta ser esclarecedor un escritor
amigo.
Lo cierto es que los poemarios se aburren más de la cuenta
en los anaqueles y, por lo tanto, los editores se han vuelto renuentes a darles
la misma oportunidad que a los textos de narrativa. Si usted tiene listo un
volumen de poemas y recurre a una editorial peruana para que ésta apueste por
sus versos, se enfrentará al terrible muro de las dificultades. La respuesta
del editor será más o menos así: “La poesía no vende, amigo; si desea editar
esos poemas tendrá que financiar usted mismo el libro”. Y es que es la verdad,
a no ser que el editor ponga un poemario a un precio casi de regalo y el
contenido temático sea muy pero muy atractivo (poesía de amor, generalmente),
ese editor apenas venderá ejemplares para recuperar lo invertido.
Una alternativa ante esto, es que el autor haya ganado
recientemente un premio literario; premio que, sin embargo, sea lo
suficientemente mediatizado y difundido como para que el editor se arriesgue a
impulsar un tiraje mínimo. La otra alternativa es continuar editando ‘vieja
poesía’, léase: a los muertos, a los consagrados o a los clásicos.
¿Qué ha ocurrido entonces con la poesía? ¿El lector del
siglo XXI es menos sensible que antes?, ¿ha llegado el momento de comenzar a
cavar una tumba para la poesía?
Proyectémonos a partir de mi miniencuesta. Me parece que las
dos primeras respuestas: “Es que la poesía cada vez se entiende menos” y “¡A la
poesía le falta acción!” van casi de la mano. Se trata de una situación que
puede proyectarse con las siguientes interrogantes: ¿Quiere decir que, en el
ánimo de mostrarse modernos e innovadores, los poetas escriben cada vez más
enrevesado y, sin proponérselo, han espantado al lector común? ¿O es al revés,
es decir, es el lector quien se interesa cada vez menos en renovar sus
inquietudes temáticas y estilísticas y, en este sentido, no otorga un espacio
en su biblioteca personal a nuevas propuestas estéticas?
Veamos: las personas que me dieron estas respuestas fueron
un docente de Comunicación Integral de secundaria y un estudiante de Lengua y
Literatura, respectivamente. El primero, en la institución educativa donde
labora, es nada menos que coordinador del Plan Lector; y el segundo, ya cursa
el último ciclo, próximo a obtener su título profesional. Si dos profesionales
que se constituyen, sin duda, en orientadores de lectura en sus comunidades
estudiantiles, tienen este concepto de la poesía, creo que ésta está perdida.
Pues en el colegio del profesor de Comunicación Integral quizá ninguno de los
libros con los que trabaje en Plan Lector, sea un texto lírico; y, en el caso
del estudiante, a la hora de desarrollar ejercicios de gramática entre sus
alumnos pasará sobre la poesía, u, obligado por el plan curricular, tocará solo
a los clásicos y modernistas establecidos generalmente en los materiales de
enseñanza.
Por otra parte, la tercera respuesta: “La poesía es para
escribirla, no para leerla”, lanzada por mi amigo escritor, puede arrojar
también ciertas luces. Lo que él trata de decir es que en nuestro país casi
todo el mundo (la mayoría en secreto) se lanza a poetizar pues resulta un
ejercicio de espontaneidad; es cuestión de que la persona se sienta
conmocionada por alguna situación (amorosa, existencial, social, etc.) para
que, de manera casi intuitiva, intente esbozar unos versos; a partir de ello,
más de uno sentirá que es un ‘poeta de verdad’ y, con los años, se adjudicará
(al menos íntimamente) el rótulo de poeta. Pero la hechura narrativa resulta
menos espontánea, pues si bien el ejercicio de ésta puede comenzar también como
un impulso, conforme el escritor avance descubrirá que su logro es producto de
un oficio a largo plazo, con mucho de paciencia y tiempo libre, y, en este
sentido, la mayoría abandonará el barco.
Ahora bien, desde el punto de vista del lector, está aquel
ingrediente de nuestra mera constitución narrativa. Me refiero a que el ser
humano es una especie que en todo momento está detrás de una buena narración:
la televisión, las noticias, los amigos, las reuniones familiares, los chismes,
los chistes de sobremesa, son siempre encuentros con la narrativa (oral, por
supuesto); y de allí, a pasar a la narración escrita, hay un solo paso. ¿Que la
poesía es también una narración de sentimientos? Pues sí, pero según la versión
de los actuales lectores, cada vez más difícil de entender y con ausencia de
‘acción’, palabra clave que puede interpretarse como ‘hecho’, ‘suceso’,
‘acontecimiento, es decir, directamente relacionada con la narrativa y no con
la poesía.
La conclusión de todo esto es que la poesía es cada vez más
desatendida por los lectores, y si este descuido comienza a establecerse en las
preferencias de docentes y orientadores de lectura, la pobre necesitará una
suerte de relanzamiento. ¿En quién recaerá la responsabilidad?: ¿en el
ejercicio de los propios creadores?, ¿en las preferencias de los nuevos
lectores?, ¿en el sistema educativo que no ha profundizado en la
diversificación lectora? La respuesta, imagino, la debemos hallar, en conjunto,
en una mesa concertadora, “desayunados todos al borde de una mañana eterna”.
Fuente: Blogs de Rodolfo Ybarra: Aquí
lunes, 27 de agosto de 2012
"Vientos del sur". imagen de la poesía neochimbotana.
La provincia del Santa
cuenta ya con una tradición lírica reconocida a nivel nacional, y es que desde
la segunda mitad del siglo pasado, con la aparición de las primeras muestras
individuales y las primeras agrupaciones de poetas, esta tradición comenzó a
enraizarse con la única certeza de que para tiempos actuales sería toda una
realidad.
Chimbote, en aquel
panorama creativo, era todavía una sola y vasta jurisdicción, sin el actual
fraccionamiento que presenta desde hace dos décadas dividiéndolo en los
distritos de Chimbote (al norte) y Nuevo Chimbote (al sur), razón por la cual,
los enfoques del trabajo literario hecho en esta parte de la costa de Ancash
tenían la vastedad de una única circunscripción. Pero ahora, para nadie es un
secreto que existen sensibles diferencias entre ambos distritos, algunas de las
cuales van más allá de las meras características demarcatorias. Nuevo Chimbote
—en comparación con el «viejo» distrito de Chimbote— es percibido como un
territorio de promisorio capital humano, con un crecimiento ordenado y una
proyección urbana que parece seguir un verdadero patrón de modernidad; lo cual
ha hechoque el distrito sureño logre una importante individualidad y, gracias a
ello, sea observado y aquilatado hoy como un territorio que comienza a ganar su
propia identidad.
II
Sobre la base de esta
premisa, no me parece prematuro ofrecer muestras del trabajo creativo
desarrollado al interior del distrito. En el caso particular de este volumen
que congrega la producción lírica, el lector encontrará un repaso de lo hecho
por sus agentes teniendo como patrón la cronología promovida por sus años de
nacimiento, sin descartar, obviamente, sus verdaderos lugares de procedencia,
pues estos servirán para comprobar el carácter joven de Nuevo Chimbote.
Atraídos por la gran
trasformación social y económica suscitada con el fenómeno de la pesca
industrial y las oportunidades laborales accesorias a esta, los primeros
habitantes del sur de Chimbote fueron inmigrantes del resto del país que
definieron aquí su residencia, experimentando el peso de la nostalgia por el
terruño dejado y —a la vez— su condición de vecinos de un territorio donde
emprendían una forma de vida distinta. Urbanizaciones primigenias como Buenos
Aires, Bruces y Bellamar acogieron a un primer grupo de foráneos organizados en
minisociedades de empresarios, empleados públicos, profesionales, pescadores,
etc., para conformar el punto de partida de esa gran aventura ciudadana
denominada posteriormente Distrito de Nuevo Chimbote.
Y esta historia ha sido
también el soporte para la presencia de sus artistas y escritores. De este
modo, poetas como Manuel Arteaga Rosales y Óscar Zevallos Marín, naturales de
las serranías de La Libertad y Ancash, respectivamente, saben cantarle a su
tierra de origen, y, sin embargo, son llamados también por temas de índole
universal como las que atañen la sensibilidad social y existencial. Pero el
trabajo expresivo y estilístico de estos dos poetas trasluce todavía el temblor
de un arte con evidentes signos iniciáticos, es decir, escriben más por el
impulso que produce la conmoción de sus espíritus que por pensar en hacerse de
una carrera literaria con los cuidados técnicos que ésta exige. Tal
característica es, por supuesto, el reflejo del carácter juvenil de una
sociedad como la chimbotana, donde no existen aún las condiciones ni los
requerimientos para un arte mejor logrado.
Pero Nuevo Chimbote es
también cuna de una de las instituciones educativas que sin duda favoreció el
reciente y acelerado desarrollo cultural de la provincia: la Universidad
Nacional del Santa. Debido a suinstitucionalización previa a la creación
oficial del distrito, es posible contar actualmente con una importante
promoción de profesionales, entre los que se encuentran serios creadores
literarios. Docentes y estudiantes de esta universidad, gracias al rigor
intrínseco que incumbe a todo centro superior de estudios, supieron ofrecer una
poesía mejor lograda. Poetas como Ricardo Cotrina Cerdán (docente) y egresados
como Azágar, Maribel Alonso, Pablo Moreno, Elmer Coral o, los más jóvenes, Juan
Onzer y Viscely Zarzosa, han brindado sus primeros escarceos líricos en
paralelo a su desempeño profesional o estudiantil. Ya sea escribiendo en
silencio (Alonso), orientando a los estudiantes (Cotrina), conformando
agrupaciones literarias o editando revistas especializadas (Azágar, Moreno,
Coral, Onzer, Zarzosa), estos poetas consiguieron manifestar (y todavía lo
hacen) sus logros estéticos con el necesario amparo académico que exige en
tiempos actuales una labor tan sensible como la poesía.
Lo mismo ha ocurrido
con Denisse Vega Farfán, doblemente estimulada en su formación universitaria,
pues si bien estudió Derecho en la Universidad César Vallejo (donde obtuvo sus
primeras preseas literarias), pasó también por la Universidad Nacional del
Santa (UNS) conformando el Taller de Arte Palamenco, en el cual es seguro que
cinceló mejor su espíritu creador; mientras que Sonia Paredes Soto, que en un
primer momento estuvo alineada a agrupaciones de poetas instituidas en la UNS
(como Trincheras y El Universalismo), estudió luego Educación, reforzando así
su formación personal y profesional.
Insular —con referencia al contexto académico
chimbotano— es el caso de Augusto Rubio Acosta, quien, formado en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima), llegó a nuestra provincia a
vivir su experiencia creativa y difusora de la mano del Grupo de Literatura y
Arte Isla Blanca, pero siempre teniendo a Nuevo Chimbote como referente
cultural y personal.
Se trata pues de poetas
de los nuevos tiempos, nuevos como este distrito que necesita conocer la obra
creativa de sus hijos, pues solo así el actual poblador neochimbotano sabrá
reconocerse como tal y valorarse en su independencia cultural.
III
La presente muestra no
es una antología ni una selección con sentido cancelatorio, sino más bien un
mosaico que pretendo poner de modelo en función del acopio de material
realizado para este volumen, tomando en cuenta —no obstante— a poetas con una
presenciadistinguible dentro del distrito, ya sea en tiempos pasados, presentes
o con una proyección en el tiempo percibida como cierta. Se trata, en suma, de
un criterio tan importante como es el de la conciencia creativa, es decir la
identidad del poeta como tal, decidido a enfocar su rumbo vivencial por ese
camino.
No he condicionado esta
muestra a un parámetro temático ni estilístico. Aquí se encuentra la libertad
del creador con todas sus aflicciones y esperanzas, con el cúmulo de su
experiencia estética e íntima, desnudo ante un lector que sabrá aquilatar su trabajo
desde sus propios referentes lectorales. Se trata de un trabajo, además que, en
lo personal, debo agradecer al escritor Víctor Hugo Alvítez, quien me ha
brindado buena parte de la bibliografía consultada, gracias a su labor frente
al Centro de Documentación Regional «Ancash».
Queda pues en vuestras
manos el objetivo final de esta primera muestra de la creación lírica en Nuevo
Chimbote. Y es que será con la lectura de este libro como se cerrará el círculo
de esta maravilla que es el trabajo literario ahora que asoma como una porción
certera del rotundo repertorio cultural de este distrito. Porción que los
invito a disfrutar en toda su dimensión con el cariño y paciencia que merecen
nuestros poetas locales.
Fuente: Vientos del sur, imagen de la poesía neochimbotana. Fondo Editorial de Nvo. Chimbote, 2012
domingo, 26 de agosto de 2012
Julio Ortega: Me gusta ser un poeta desconocido
El intelectual Julio Ortega se sabe un escritor profuso a quien suelen sucederle cosas raras. Cuenta que en una ocasión, en México, mientras viajaba en un taxi dejó extraviada su libreta de notas. Una gran libreta que contenía crítica, poemas, relatos, sueños, diarios... Al bajarse de su transporte, se percató del olvido y pensó rápidamente en correr para recuperar el cuaderno. Sin embargo, una pregunta le invadió: «¿Y si lo dejo ir?», y así lo hizo. «Sentí un gran alivio», confesó.
—Inesperada forma de compartir...
—Una suerte de tributo.
Al profesor peruano, cuya obra constituye una de las más lúcidas de Latinoamérica por sus reflexiones acerca de los nexos entre literatura, historia y sociedad, le place la relación intimista con la literatura, que le permite ser un escritor que no publica todo lo que escribe. «Me gusta ser un poeta desconocido».
—Es usted un prolífico escritor. Ha cultivado la crítica literaria, novela, poesía, relato, ensayo... ¿Qué lo seduce más al escribir?
—Explorar el lenguaje en situaciones distintas, con una fluidez entre los géneros —que para mí son como formatos, donde cada uno supone una entonación diferente. La poesía supone una dicción más íntima, personal, reflexiva; el relato implica un ensayo de las posibilidades expansivas y recurrentes del lenguaje, mientras que la crítica es como una reflexión sobre todos ellos.
—¿Entonces se inclina más hacia la crítica?
—Me gusta más la poesía, creo que es lo central en el acto literario. Con ella tengo una relación muy curiosa, que aún no he acabado de entender. Es como una intimidad que no requiere ser descubierta o revelada. Escribo permanentemente poemas, pero no necesito publicarlos. Me siento muy bien sabiendo que tengo una parte de mi obra inédita.
—¿Sobre qué temas prefiere escribir?
—Depende. Si se trata de crítica me interesa más la actualidad, lo nuevo, lo que está haciéndose, los registros del cambio.
Como explorador infatigable del quehacer literario de América Latina, su obra crítica constituye valioso caudal de conocimiento. Destacan en esas publicaciones textos como El discurso de la abundancia (1992), Una poética del cambio (1992), Arte de innovar (1994), El principio radical de lo nuevo (1997) y Caja de herramientas. Prácticas culturales para el nuevo siglo chileno (2000).
Según comentó el también narrador, a cuya autoría pertenecen el libro de cuentos Las islas blancas (1966) y la novela Mediodía (1970), actualmente se encuentra preparando un volumen acerca de la literatura del siglo XXI. «No es una historia ni un panorama, solo algunos gestos que recuentan las variantes que se construyen en áreas de lectura. Será un texto más literario, que apuesta por voces y tendencias para caracterizar la relación problemática existente entre la palabra privada y la pública; y entre las emociones como dimensión de lo más genuino y la incertidumbre».
—¿Qué autores lo han influenciado más en su desempeño?
—En primer lugar Jorge Luis Borges. Considero que todos somos directos herederos de él. Para mí fue tan importante el descubrimiento de El Quijote, siendo un niño, como el de El Aleph, de Borges, en mi primer día de la universidad, en el año 1961.
«Recuerdo que era una clase de 300 alumnos y el profesor comenzó leyendo un fragmento de El Aleph, y me pareció que lo leía solo para mí. Posteriormente tuve el privilegio de conocer a Borges, editarlo y escribir sobre él, lo cual es una suerte de fidelidad primero y luego de felicidad.
«Después de Borges, han sido muy importantes César Vallejo, a quien he dedicado mucho tiempo; José Lezama Lima y Gabriel García Márquez, entre otros».
—Gran parte de su labor la ha dedicado a la promoción de jóvenes talentos. ¿Cómo vislumbra usted el futuro de las letras latinoamericanas?
—Extraordinariamente diverso. No existe la unidad que responda a una noción homogénea de América Latina. Los latinoamericanos se definen por una diversidad que no busca tener un solo lenguaje, sino que tolera y hasta celebra la diferencia de los lenguajes posibles.
«Siempre he dicho que si hubiera una sola verdad, un solo modelo, una sola lectura, no habría lugar para América Latina. El lugar de lo nuestro reside en la heterogeneidad y la inclusión».
—Usted ha manifestado: «Nos toca a los críticos mediar para que las nuevas literaturas hagan su peregrinaje». ¿Cómo ejerce esa mediación Julio Ortega?
—La actividad crítica no es solamente escribir acerca de eso, sino intervenir en el paisaje cultural. Desde esa perspectiva, el intelectual constituye una figura casual, pero desencadenante de escenarios, reflexión, interacción, intercambio y reconocimiento para que los escritores noveles tengan el desafío de ser leídos más allá de sus contextos literarios.
«Hoy los jóvenes viven otro capítulo de lo mismo que mi generación vivió en los años 60, que es, en este caso, la ampliación del sistema comunicativo gracias a la expansión digital, donde Internet deviene plaza pública literaria.
«Creo que el modelo que va a dominar en el siglo XXI va a ser el del fomento de la productividad. Existe actualmente la industria privada y la producción estatal, y esa polaridad no es buena para la literatura.
«El mercado establece una normatividad en relación con la ganancia, y el libro es un objeto que nace en el mercado. En muchos países del mundo (México, España) casi todo lo que es cultural se debe al presupuesto. La cultura está muy subvencionada. Ante esta realidad, hay todo un movimiento de voces recientes que no tienen acceso a ese mercado, por lo que construyen sus propias plataformas a través de Internet con pequeñas revistas y editoriales. Y es precisamente allí donde se encuentra la literatura viva. Ellos son capaces de atraer un público y generar lectores en sintonía con las nuevas sensibilidades».
Para Ortega lo más importante de la literatura radica en su capacidad de inventiva para ser siempre cambiante y evitar las fórmulas. Como espacio de exploración, permite que cada época construya escenarios de lectura en los cuales desarrolla desafíos y hace propuestas. Por eso, buena parte de su desempeño como antólogo lo ha consagrado al fomento de jóvenes escritores latinoamericanos, a través de títulos como Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI.
—Desde su experiencia, ¿cómo cree que las nuevas generaciones puedan construir su historia apoyados en la literatura?
—La literatura tiene lo que me gusta llamar «la gracia de lo gratuito», no tiene precio ni estatus, es algo que se hace por placer, por sentido crítico, por capacidad de diálogo, asombro y solidaridad.
«Sobre esa plataforma que genera la necesidad de crear un lenguaje legítimo, surge una ética vinculada al mundo emocional, basada en la verdad de las experiencias humanas compartibles. Eso no es una doctrina, programa ni utopía, sino que es el sustento donde fragua una vida cotidiana vivida plenamente».
—Usted maneja la tesis de que cada escritor inventa su lector. ¿Cómo son sus lectores?
—En primer lugar son mis estudiantes, quienes son, a su vez, creadores de lectores. Luego son los públicos en América Latina. Como crítico tengo la obligación ética de desencadenar cosas y articular otras. Mi interés es propiciar un diálogo más amplio, crear escenarios de reencuentro, intentar que los lectores tengan más legitimidad social y tratar de tenerlos presentes en mis antologías.
—¿Qué se necesita para que la literatura y la lectura generen espacios de intercambio que apuesten por el futuro?
—Los escritores están llamados a ser responsables del espacio que ocupan a través del lenguaje, de las editoriales, las revistas, el diálogo. Deben estar presentes en el uso de la palabra en pos de una mejor calidad del habla nacional y de la comunicación.
«Nos corresponde hacer que los escritores no sean solamente seres exquisitos o bohemios, sino sujetos capaces de ejercer como agentes culturales».
*Entrevista extraída de juventudrebelde.cu
Suscribirse a:
Entradas (Atom)