viernes, 29 de junio de 2012
Azágar
Seudónimo de Santiago Azabache García. Nació en Trujillo, en 1970. Se gracuó en Obstetricia por la Universidad Privada San Pedro. En la década del 90 fundó el Movimiento Cultural El Universalismo. Fue premiado en los Juegos Florales de Cuento "Enrique Cam Urquiaga" organizado por la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional del Santa (1993), y obtuvo el Primero Premio en Poesía en los Juegos Florales de la Universidad Privada San Pedro en los años 1994 y 1995. Es autor de los poemarios "De piedra y mujer" (2004) y "En noviembre y otros días" (2007).
Lluvia Sol
Pienso en esa mujer que el tiempo me arrebató
Cuando veo mi rostro en un espejo, en un libro, en un
/zapato,
En el desorden bélico que se apodera de miles de
/hojas sueltas sobre la mesa
Pienso en esa mujer humedecida por la lluvia
Cuando la luna atina a mirarme
Y hecho un bobo digo que la quiero
Entonces apuro el paso y me marcho para casa
A escribir hasta agotarme
Pienso en esa mujer siempre
Y en los días nublados, incoloros
La imagino desnuda por los aires
Olfateo su presencia tras los húmedos vidrios de un
/café
Su forma apetecible empieza a dibujarse con la lluvia
Y en ciertas noches de delirio y desvelo
Mi sueño la persigue en el último rincón de la palabra
Fuente: Azágar. Vientos del sur, imagen de la poesía neochimbotana. Fondo Editorial de Nvo. Chimbote, 2012
viernes, 22 de junio de 2012
Juan Carlos Lucano
(Chimbote,
1975). Es licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional del
Santa y tiene una maestría en Educación por la Universidad César Vallejo. Ha
colaborado con artículos y comentarios literarios en el diario La Industria de
Chimbote. Fue miembro fundador del grupo de Literatura Brisas, participando de
las publicaciones colectivas Tres sangres, un sentimiento (1998) y Voces del
silencio (1999); asimismo, entregó las plaquettes individuales Deseres (2002) e
Instintoz (2004). Es autor de los libros de poesía Rosas negras (2005) y La
hora secuestrada (2006).
La danza del tambor
Ese es el tuétano del tambor
Yo te lo he mostrado
Míralo fijamente
Para que no te arrastren
Ni te acerques a él
Mira aquel hombre
Que ahora nos observa
Desde la oquedad inmunda y
Partida de la excelencia
De su último y
Apagado trino
Solo
Bailando las angustias
Que lo hacen sentirse
Falso renacido
En ésta que ahora
Es la casa de mi hijo
Yo te digo
Ni siquiera te aproximes
Ni te engañes
Cuando escuches
Una voz de mujer
Que viaja como fuga de tambor
Desde el cuero profundo
Para hacerte bailar
Sobre el sacrificio
De tu hermano
A ti muchacho
A ti mi otro hijo
A quién hoy
he conocido y
Hablado
Fuente: Lucano Juan Carlos. La hora secuestrada. Ediciones Altazor. Lima, 2006.
jueves, 21 de junio de 2012
Jaime Guzmán Aranda
(Chimbote, 1950) . Escritor y editor. Es autor de los libros
de poesía "Patio de prisión" (dos ediciones: 1981 y 2005), "Las
muchedumbres"(1988), "Lugar de nacimiento" (1990) y "La
otra orilla" (2000) ha publicado “Sobre las olas”. Selección de la
narrativa chimbotana, “La santa cede”. Narrativa erótica de chimbote. En 1977,
obtiene los Juegos Florales de la Universidad Inca Garcilazo de la Vega.
III
Te asomas en la tranquila quietud
de almuerzos servidos alrededor de la familia
similar a una playa tamaño
de una amor en proceso de maduración:
lugares comunes coincidencia de encuentros fortuitos
textos subrayados con resaltador fechas memorizadas
en el álbum de familia silenciosos enfatizan el tiempo y el
lugar de nacimiento.
Mejor así
contradicción desarrolla la dialéctica
estas deben defender su derecho a la vida
forzadas, necesarias y, o, entre paréntesis
dejemos al mar que las descifren.
Al margen del libro de las meditaciones
la urbe
en abril es una actitud
cuyo horizonte es una línea de verano.
Claro que llega el sonido
el mar
la recuerda
clara, exacta
como una silueta olvidada al centro de la isla y el continente
como un acento obligado en la palabra aguda
de acuerdo a la gramática y una voz lacónica.
Claro/exacto
como si solicitaría un apoyo
como si pidiera cadencia
en el orden imperfecto de las olas.
Es la espuma tenue del mensaje grave.
Mar, tierra firme
desde la cual se instala la ciudad
todo se perenniza en circunstancia contaminadas
los políticos son hermosos ejemplares
de un zoológico alimentando de intriga.
A la carrera pasan los niños, tras el caramelo, su única verdad.
Fuente: Gúzman Aranda, Jaime. Lugar de nacimiento. Río santa editores. Chimbote, 1990.
Dante Lecca
(Chimbote, 1957) es uno de los poetas peruanos más
importantes surgidos en la década del 80. Su trayectoria reúne títulos como:
Adolescere (1973), El cedro de cemento (1981), Del cráter al pie de mi cama
(1984), Diálogo con un orfebre (1987), Apretón de manos y otros poemas (1992),
Hablar de los caminos (2002), Oh cabeza
clava de Chavín (2007) y Poemas del sur(2007). Fue Primer Puesto en el I
Concurso Nacional de Poesía Popular Tarea (1981), finalista del I Concurso
Nacional de Poesía Juvenil de El Diario (1983) y el Primer Premio en los I
Juegos Florales de Poesía de la Municipalidad Provincial de Ilo (1993) y una
Mención Honrosa en el II Concurso Nacional de Poesía de la Municipalidad
Distrital de Paucarpata-Arequipa (1993). Participa de las muestras nacionales:
Lectura de 8 libros de poesía peruana joven 1980–1981 de Edgar O’Hara, quien
también lo incluye en su trabajo Poesía joven del Perú (1983) editado por la
Universidad Autónoma de México, Proceso de la realidad de Ricardo Falla y Sonia
Luz Carrillo (1987) y Poemas de amor y rebeldía social de Balmes Lozano (2006);
asimismo, en importantes antologías regionales, como: Antología poética de Isla
Blanca (1988), Territorio de la esperanza. Nueva poesía ancashina (1989), A mar
y nieve. Selección poética de la Región Chavín (2000) y Un río que no cesa.
Poesía amorosa (2005), entre otras.
Fragmentos de piel
Siendo el silencio y las cosas
fragmentos de piel,
lo que el aire radiante toca
en los astilleros audibles,
vapor o llama en metálico conducto,
propágase en mi cuerpo
rápidamente,
como palabra ambigua y vaciada de afecto.
Porque cerca a la luna y a un amigable canto,
me siento preso en la grandeza
oh libertad,
que las lágrimas me suelten de tus fierros
y florido sueño sujete mi cabeza .
Mas no da flores este mar,
y hacia el idílico agro media otra vida
que la noche zanja.
Y dicho todo lo que el corazón puede
en su esplendor,
aún insaciable y ávida de amor,
la piel dispersa:
el mundo es herida y tristeza.
Fuente: Lecca Dante. Piel dispersa. Río santa editores. Chimbote, 1996.
martes, 19 de junio de 2012
Gustavo Tapia
Profesor de Lenguaje y Literatura, periodista de Opinión y Análisis y escritor de variado registro.Estudió Educación (1988-1992) en el ahora Instituto Superior Pedagógico Público “Chimbote” y Periodismo (1997-2001)en la Escuela de Periodismo “Jaime Bausate y Mesa” de Lima. Tiene culminada una Maestría en Ciencias de la Educación Superior por la Universidad Privada San Pedro así como III ciclos de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Los Ángeles de Chimbote. Ha sido premiado en los certámenes literarios “El Poeta Joven de Chimbote”(1991), en el “Concurso de Cuentos y Poesías Populares” y en el Concurso de Ensayo “Juventud y Derechos Humanos” (estos últimos en 1992), entre otros reconocimientos recibidos.Incluido en la muestra Invención de la Bahía. 5 Narradores Chimbotanos (2004) y en la selección Cuentos del Último Navegante. Antología (quinta edición, 2006) del crítico Gonzalo Pantigoso, en junio del 2005 publicó su primer libro de relatos El bautizo de los pescados y en setiembre del 2006 su poemario De un solo aliento las palabras.
Por está inspiración
Busco la inspiración entre las horas
amargas
y entre las noches inciertas, busco
entre las flores el agua
y entre las hojas el rocío, busco
entre las inmensas preguntas
y entre los vidrios la imagen
reflejando un bello rostro,
que no sea tuyo ni mío,
sea de todos cantando, cantando
en las sementeras
y en las calles
y también de quienes
la molestia se tomaron
de darnos la mano
en las estancias oscuras
o iluminadas por luciérnagas,
busco de hecho
lo que nadie quitarme pueda
ni los insensatos ni los mezquinos
ni quienes tomaron nuestras firmas
en la mañana
y dijeron luego que nada sucedía,
en absoluto,
como para considerar que busco
el aliento en la próxima avenida,
en el acuerdo que se tome
(de frente o de soslayo),
en las palabras de mi mujer
y en la dulzura de mi hija,
para saber
no he de quedarme en la esquina
mirando
los vehículos que marchan
por las carreteras
ni los búhos entonados
entre los árboles
ni las colillas de cigarrillos
sobre el mostrador
ni las damiselas
en tangas diminutas
ni todo ni nada y otra vez todo,
por encima de lo que se haga
o se diga,
por debajo de lo que se afirme
o se especule
y que algo siempre debo hacer
por esta inspiración (objetivo inconcluso)
que busco de continuo.
amargas
y entre las noches inciertas, busco
entre las flores el agua
y entre las hojas el rocío, busco
entre las inmensas preguntas
y entre los vidrios la imagen
reflejando un bello rostro,
que no sea tuyo ni mío,
sea de todos cantando, cantando
en las sementeras
y en las calles
y también de quienes
la molestia se tomaron
de darnos la mano
en las estancias oscuras
o iluminadas por luciérnagas,
busco de hecho
lo que nadie quitarme pueda
ni los insensatos ni los mezquinos
ni quienes tomaron nuestras firmas
en la mañana
y dijeron luego que nada sucedía,
en absoluto,
como para considerar que busco
el aliento en la próxima avenida,
en el acuerdo que se tome
(de frente o de soslayo),
en las palabras de mi mujer
y en la dulzura de mi hija,
para saber
no he de quedarme en la esquina
mirando
los vehículos que marchan
por las carreteras
ni los búhos entonados
entre los árboles
ni las colillas de cigarrillos
sobre el mostrador
ni las damiselas
en tangas diminutas
ni todo ni nada y otra vez todo,
por encima de lo que se haga
o se diga,
por debajo de lo que se afirme
o se especule
y que algo siempre debo hacer
por esta inspiración (objetivo inconcluso)
que busco de continuo.
Fuente: Urbanotopía/ Gustavo Tapia
Un reino para Denisse Vega Farfán
Ricardo Ayllón
Una morada tras los reinos, de Denisse Vega Farfán
(Lustra. Lima, 2008), es un bello camino al autoconocimiento. Sobre la base de
la creación de un universo particular, la poeta se ha propuesto una búsqueda de
lo personal creando para ello un sujeto poético cuya condición e identidad son
las de un personaje marginal, un personaje que emprende la travesía hacia el
reino partiendo de una necesidad primordial: la de autodefinirse.
En el libro, dividido en cuatro acápites y conformado por
textos alternados en primera y segunda personas, el primer poema es el de la
autopresentación o autorepresentación del personaje aludido. Sin un nombre
definido o patente que le otorgue condición de reconocible (“duermo sobre el
ombligo de una acémila muerta/ que es mi nombre” p. 15; “mi nombre está detrás
de todos los nombres” p. 16), el personaje se delimita en la indefinición
partiendo, además, de una clara hibridez en su caracterización. Versos como “no
poseo un rostro definido/ mi piel está hecha del cuero de muchos animales/ mis
órganos son los frutos/ de alguna mandrágora venenosa/ mi historia es el
tartamudeo/ de cada dios inexistente” (p. 15), nos anuncian la presencia de
alguien que nos habla de su incapacidad de reconocerse, pues no caben en él
elementos de lo evidente (“no poseo un rostro definido”), de lo propio (“mi
piel está hecha del cuero de muchos animales”), ni de lo sustantivo (“mi
historia es el tartamudeo/ de cada dios inexistente”).
Con esta premisa, y con el anuncio de componentes que
lindan con el malditismo y el bastardismo (“todo canto que llega a mis oídos/
se convierte en plaga/ no conozco padre/ soy la consecuencia de varios
apareamientos” p. 15), es posible ubicarnos mejor no solo frente a este
protagonista-sujeto poético creado por la poeta, sino también frente a un
verdadero clima de indeterminación en el que, tanto para el lector como para el
protagonista que nos habla en primera persona, es imposible precisar una
personalidad o particularidad para éste, lo que, gradualmente, veremos que se
convierte en el proyecto del contenido del libro.
Frente a lo planteado por el primer poema, se encuentra,
haciendo contrapunto, la voz que habla en segunda persona, la cual funciona
aquí como la voz de la conciencia, la de la otra orilla, el lado opuesto de la
palabra original. Escrito en letras cursivas, la autora ha puesto estos textos,
además, entrecomillados, dejando en claro que se trata de palabra hablada,
enhebrada a la primera en un diálogo que esclarece –en primer lugar– la
condición marginal del protagonista: “tu única identificación/ es no saber
quién realmente eres… tu único dios/ es el espejo que ingrávidamente te juzga”
(p. 18); pero también que se trata de un ser atormentado por circunstancias
externas y propias que ponen de manifiesto su condición de derrota, tal como se
menciona al final de este poema: “no necesitas ungüentos ni pan/
pasaportescolor de piel/ un pasado en platino y esmeraldas// basta la sola/ inocente
música/ de tu derrota” (p. 19).
Para comprender mejor la vaguedad impuesta no solo a la
identidad del protagonista, si no al escenario instaurado por Vega Farfán, es
necesario percibir con atención el carácter colectivo del tercer poema. Escrito
en el plural de la primera persona, descubrimos que “fuera del reino estamos/
cada cual con una joroba más grande que la otra/ y un vacío más grande que el
vacío” (p. 20, las cursivas con mías), mientras que la manera sucesiva e
insistente en que aparecen inscritas algunas interrogantes del texto, nos
brinda una vez más la sensación de incertidumbre, de ausencia de identidad,
acerca del reino en el que se habita: “quién sabe si en el reino/ hay una
muerte como el naranjo/ escurriéndose en nuestra frente reseca/ quién sabe si
en el reino todos se llaman igual… // quién sabe si en el reino hay un Rey
degollado/ que abandonó sus poderes” (p. 20, las cursivas con mías).
Asimismo, el uso permanente de los contrastes en las
imágenes, como éstas: “acércate a las piedras/ y tu corazón será agua// intenta
tocar la aurora/ y tus manos cosecharán astillas” (p. 21), o “todos mis muertos
habitan uno de sus ojos/ y en el otro los recién nacidos” (p. 22), contrastes
que aparecen de manera semejante a lo largo del libro, resultan el medio más
eficaz para reflejar tal indeterminación. Marco Martos ha sido claro, también,
en subrayar tales características al referirse a la autora en la contratapa del
texto: “Su linaje es tan variado que no se sabe de dónde viene… Deja atrás la dicotomía
varón-hembra y expresa la condición de soledad de la especie humana” (las
cursivas son mías).
Este es el modo en que vamos familiarizándonos con la
propiedad cardinal del texto, aquella que sustenta el temple individual
(solitario) que necesita la voz hablante para poder reconocerse persona, para
fijar su estirpe que, de antemano, se nos ha ido mostrando rebelde, marginal,
andando en los linderos de “el reino que está/ al otro lado de mi ceguera/
(que) cada día viene a mis sueños/ en forma de bruma incendiada” (p. 22). Por
ello, conforme va aproximándose al reino, va encontrando su forma de
restablecerse, de hallarse y de ser; ¿de qué forma?, atendiendo a los cambios
que se suscitan en algunas acciones que pueden entenderse como una suerte de
regeneración: “si por cada palabra que elevo/… se coagula mi memoria como una
isla/… los ahogados izan sus cuerpos nuevamente vivos/ sin recordar lo que
fueron// si por cada mar que estalla en el ruedo de tu carne/ asciende una
bandera en mis ojos” (p. 25).
Como apreciará quien sepa detenerse en la atmósfera del
texto, el panorama empieza a dibujarse menos sombrío: las palabras se elevan;
la memoria se coagula, es decir detiene su sangrado; los ahogados pueden ahora
mostrarse vivos y un estandarte llega hasta los ojos de nuestro personaje. Solo
así, cuando ingresamos en el segundo acápite del texto, notamos cuán legítimo
resulta el sacrificio preparado para él, en el cual el Rey constituye un
oficiante principal: “han alistado los coros/ la bandeja en la que han de
verter tu sangre/ no es necesario encender velas/ en el reino nadie es más
digno que el Rey” (p. 29). Y es que la única manera de conocernos, de
reconocernos, ¿no es acaso sacrificando parte de nosotros mismos, tasajearnos
el alma como si fuera carne para consagrarla a un sinceramiento íntimo que nos
revele quiénes somos realmente? Porque a donde nos remite este libro, ya es
momento de decirlo, es a una serie sencilla de claves en la cual el Rey no es
otra cosa que la aspiración final del sujeto poético, es decir, el sujeto
autorreconocido, que pueda designar para sí un nombre y una identidad; mientras
que llegar al reino, nada más que el medio para que esto sea posible.
Atendamos, si no, la forma cómo Vega Farfán nos proporciona esta luz clarísima
en la siguiente interrogante: “cómo salir del reino hundido/ que hay en cada
uno/ cómo escapar a los designios de un abyecto Rey/ que es uno mismo” (p. 36).
A partir del segundo poema de este segundo acápite, esto
comienza a resultar claro: “acaso el rey es este con el que convivo/ comparto
la piel/ y una guarnición de indeseables retratos?” (p. 31). Y, de este modo,
al sujeto poético le es posible recoger los hallazgos de aquella personalidad
propia que lo espera. Uno de ellos, puede bien vislumbrarse en este verso de la
página 33, luego de que ha ingresado en el reino, cuando la voz en segunda
persona lo pone sobre aviso de que alguien ha esperado para decirle que “en el
sótano de este castillo de humo/ está la primera letra de tu nombre” (p. 33). Y
así como encuentra la posibilidad de poder hallar la primera letra de su
nombre, poco a poco nuestro personaje podrá estar frente a otros dispositivos
que le otorgan identificación: reconocerá su alma “reclamando la dignidad/ de
un nuevo nombre” (p. 34); descubrirá muertos en el reino, es decir, antiguos
sacrificios (léase, antiguos reconocimientos) sabiendo que “entonces el reino/
ya no sería necesario/ más que para una estirpe desconocida…” (p.35) y él ahora
ya no es un desconocido; pero también podrá estar seguro de que “el reino tiene
mi señal y mi nombre//… mi madre es el sol de los calcinados/ y mi padre el
brasero que rearma a estos muertos” (p. 36).
Ideando una original mitología, Denisse Vega Farfán nos
habla de su condición personal no sin cerciorarse de que como lectores nos
veamos retratados en el sujeto poético ideado para sí. En uno de los poemas,
habíamos notado cómo la primera persona se hizo plural y ello fue una
invitación a que nos insertemos en su aspiración íntima: la de ubicarse a
través de su peregrinaje y visita a un reino que, según nuestra particular
lectura, en su caso no es otro que el de la poesía. Allí están los códigos de
este planteamiento. El dolor, la necesidad de ubicarse en ella (reconociéndola
como un reino), los muertos (o antecesores) hallados a su paso, el sacrificio
y, en las postrimerías del libro, la capacidad de renovarse a partir de ella
(“niño que sales del reino perdido/ con mi nuevo rostro/ y cantas”, p. 44),
constituyen los pasos para que nos veamos y veamos en ella a un ser que –desde
el reino como representación de la poesía– nos remite a la idealización, pero
principalmente a las inclemencias, de una tarea que puede parecer sencilla pero
que obviamente no lo es, como la de poetizar.
La búsqueda de una identidad, de un nuevo nombre, de una
certeza personal, es también, sin duda, no solo objetivo de la tarea lírica,
sino también la de una condición tan humana y difícil como el de la juventud.
Tales situaciones, la de haber adoptado a la poesía como un peregrinaje para
toda la vida, y la de que éste pase ahora por los peñascos indómitos de la
juventud, tan llenos de interrogantes, incertidumbres e intensidades
existenciales, resultan el mejor contexto para un tema como al que nos remite
Una morada tras los reinos, texto que, seguramente, no pudo haber hallado un
mejor discurso en otro momento de la vida de su autora.
Fuente: Tientos y diferencias/ Ricardo Ayllón
lunes, 18 de junio de 2012
Hablar de poesía
Augusto Rubio Acosta
El mediodía y la tarde de hoy la pasé en los libreros de
viejo, practicando el huaqueo. Dedicarse a la arqueología literaria, a hurgar
en restos materiales, documentos extraviados, perdidos, pero suficientemente
iluminados por las fuentes escritas más diversas, constituye para el suscrito
–más que una pasión- una forma de vida. Cuando volvíamos a la realidad,
mientras retornábamos a pie bajo el sol abrasante de la urbe, me pregunté como
otras veces sobre el por qué de la poesía.
¿Por qué la poesía, de dónde surge esa resistencia que hila
y expone sus discursos al viento en pos del ciudadano consciente que la acoja?,
¿por qué la poesía y los actos de insumisión pública que produce?, ¿de dónde
nacen los ejercicios de conciencia práctica que le son afines, dónde se genera
esa pública reflexión, esos textos con tramas y pretensiones artísticas que
nunca son indiferentes al estado de las cosas?
La poesía es un misterio, qué duda cabe. Por eso aquí no
pretendemos explicarla. El texto que pongo en vuestras manos pertenece a esa
especie de reflexión diaria que asoma entre el ruido de los autos camino al
centro de trabajo, en el twitteo del día a día, que está al margen de los
escaparates y de las formas autorizadas y banalizadas por la crítica. Las
presentes líneas constituyen, en ese sentido, la mera reflexión de un autor
semi clandestino que ha publicado algunos libros que en la mayoría de los casos
han ido a parar porfiadamente a las manos, a las bibliotecas de sus amigos y de
algunos irreductibles cachineros insomnes.
La verdadera poesía no se silencia nunca ni cede en su afán
de reivindicar la palabra y visibilizar el mundo injusto en que sobrevivimos.
La poesía es resistencia pero también es fuga, es vitalidad, búsqueda estética
y social, es creación, proceso, es vida. El poeta está obligado a asumir
-entonces- con rigor ético y compromiso moral el difícil y conflictivo
equilibrio entre supervivencia económica y rechazo del orden y lógicas
establecidos, proyecto hartamente complicado (casi imposible), pero hermoso y
heroico si se persevera inyectando vida a través de la escritura y negando el
discurso oficial con argumentos que van más allá del mercado, la resignación o
el lamento.
Hablamos de poesía cuando no hay lugar para el temor, en muchos
casos tampoco para la esperanza. La poesía busca y encuentra sus armas en los
incendios más oscuros de nuestra sociedad y se propaga desde los márgenes. El
género aporta a la transformación social desde una vivencia y experimentación
difícil de explicar, desde el latido de otros mundos posibles, desde el
conflictivo y violento diálogo contra la capacidad devoradora de sentido y
verdad que tienen las ideas y los nombres que sustituyen a la experiencia y la
materia, enmascarándolas.
Huaqueaba entre los libreros de viejo y pensaba que la
primera y más constante batalla que hay que librar (además del que se mantiene
permanentemente frente al lenguaje) es la de la resistencia contra nosotros
mismos, el de la propia transformación. Dedicarse a la poesía es intentar dejar
que la voz común se dirija frontalmente contra la realidad, es tratar de vivir
mereciendo nuestros más caros anhelos: vivir poéticamente, dejarnos arrastrar
por la aventura de lo que no está hecho, de lo que es desconocido y necesita
esclarecerse.
Foucault decía: crear y recrear, transformar la situación,
participar activamente en el proceso: eso es resistir. Queda entonces seguir
escribiendo por amor y pasión mientras uno escucha a The Beatles o las melodías
de Sidney Bechet. Queda escribirle a la muchacha de ojos tristes (sometimes
alegres) que sacude nuestra existencia. Queda escribir también para entender el
mundo. Escribir para cambiarlo.
Fuente: Marea cultural/ Augusto Rubio.
miércoles, 13 de junio de 2012
Eva Velásquez
Licenciada en Educación, especialidad: Lengua y literatura por la Universidad Nacional del Santa. Ha publicado los poemarios "Oleaje de mujer" y "Flor de la gata". Obtuvo el tercer lugar en el concurso Nacional de Educación: "Horacio 2004" con la obra: "Oleaje de mujer". Actualmente trabaja en la ciudad de Lima.
Cuentos
estaba tirada en el asfalto
sin embargo leía el libro regalado en su cumpleaños
cuando aún era humana y tenía sueños
el carro había maltratado sus piernas
los cuentos le hacían olvidar el dolor
exhalaba energía y aunque parecía extraño sonreía
pensaba en fresas con chocolate y maní
los bomberos la llevaron velozmente al hospital
sala de operaciones y todo
a pesar de la anestesia
ella seguía leyendo los cuentos
Wilde la hacía aferrarse a la vida
acabamos dijo el doctor
recogiendo las hojas de libros que traviesamente
se habían dispersado en el piso
sala de reposo cerca de diez horas
abrió los ojos sus amigos estaban con ella
un vaso de agua su libro sus piernas
empezaba el día
entonces sonó el teléfono Ya tienes la historia?
claro la acabo de escribir en la calle Quilca.
Fuente: Eva Velásquez. Oleaje de mujer. Juan Gutemberg-Editores Impresores. Lima, 2005.
lunes, 11 de junio de 2012
Gonzalo Pantigoso
Nació en Chimbote. Docente de la Universidad Nacional de Santa. Ha publicado los libros de poesía "Confesiones de mantícora" y "Atahar", de igual manera el libro de cuentos "Lindero prohibido". Es autor de la antología de cuentos chimbotanos "Cuentos del último navegante". Dirige actualmente la revista "Alborada, creación y análisis y "Marea" del Grupo Literario "Isla Blanca".
Navegante
Cada vez que te desnudas
el resplandor de la tierra nace de tu piel
Surgen los pasajes secretos
de un paraíso oculto
entre el alba y el cenit de tu cuerpo
Mis manos te tocan
y el silencio es un gusto extraño
llenando mis sentidos
Me llevas
me arrastras
me transformas en el insigne navegante
de tus mareas altas y bajas
Tus silencios y susurrros
son una melodía encantando mis navíos
La tierra gira
porque giras tú y ondulas el espacio
Y si existe la lluvia es porque
humedeces mi cuerpo
y me mojo en el néctar
que te viene de lo más profundo
Te dejo mi esencia y un sueño incandescente
aguardando la aciaga soledad
Beso tu boca y me queda el sabor negado
al zarpazo del olvido
El adiós llega como una espada
cercenando la vida
oscureciendo la ciudad
Mañana
a partir del fulgor de tu piel
el resplandecer de la tierra volverá a surgir
y la dicha nuevamente me consagrará
en su historia de entrega y de lámparas
Fuente: Pantigoso Gonzalo. Atahar. Mantícora editores. Chimbote, 2006.
http://mareacultural.blogspot.com/2009/06/gonzalo-pantigoso-y-la-critica.html
http://mareacultural.blogspot.com/search?q=Gonzalo+Pantigoso+
domingo, 10 de junio de 2012
Augusto Rubio Acosta
(Chimbote,
1973) es poeta, narrador y comunicador social egresado de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los libros de poesía Inventario
de iras y sueños (UCV, 2005),
Mi camisa de comando (MCE,
2007) y Poquita
fe (Bisagra, 2010), así como los volúmenes de
narrativa Avenida indiferencia (Altazor, 2005), Mundo cachina
(Río Santa, 2007) y ¡Habla, San Pedrito! (Río Santa, 2011). Poemas,
cuentos y ensayos del autor han sido publicados además en antologías como Cinco
narradores chimbotanos (Hipocampo. Lima, 2004), Tiempo de pesca
(Altazor. Lima, 2005), El ojo del voyeur. Cuentos inmorales /Altazor.
Lima, 2005), Cuentos del último navegante (MCE. Chimbote, 2006), Libro
del Centenario de Chimbote (Comisión del Centenario de Chimbote, 2006), Poesía
Perú Siglo XXI (Yacana. Lima, 2007), La santa cede (Río Santa
Editores. Chimbote, 2008), Áncash. Cuentos infantiles (Altazor. Lima,
2009) y Vientos del sur. Imagen de la
poesía neochimbotana (2012).
Como
periodista, Augusto Rubio Acosta ha publicado en diversos medios de
comunicación del país y el extranjero, obteniendo algunos reconocimientos
importantes como el Premio Nacional de Periodismo 2007 (Ministerio de la Mujer
y Desarrollo Social) y el Premio Nacional de Periodismo 2008 (Comisión de la
Verdad y Reconciliación Nacional y Consejo de la Prensa Peruana).
poema de cualquier tarde
y entonces hablé
del poema que debió llamarse
repartidor de ilusiones
y que pensé erróneamente
sería más paja
más pleno más cool
y hermosamente literario
escribirlo alrededor
de la dulce y fresca oscuridad
de los antros devastados
por el sonido del mar
en la noche joven
e intoxicada de los ebrios
y la risa limpia del absurdo
en las muchachas lindas y vitales
que socavan vuelan
hacen estallar destruyen
el pequeño y milagroso mundo
donde sobrevivo
abandonado frente al viento
de este a1oso malecón
que me ve llegar a la poesía
como hoy
borroneando en sus paredes
y losetas frías
embadurnadas de esperma
mis más antiguas nostalgias.
hablé con el mar
( a la mitad de mi cielo inútil )
de mi cabeza golpeando la pared
en la nocturnidad de mis infancias
de la hondura musical de mis pretextos
y la limpieza en mis palabras:
mi nombre es gucho
vivo en el progre
leo el periódico en la esquina de gálvez
con la avenida buenos aires
y me bacila pearl jam U2
stone temple pilots
y las enormes bridgestone
de los traileres.
a veces como hoy
escribo con spray en los sardineles
en el monumento al maestro
( en huelga )
y en la noica vastedad
de las madrugadas.
es primero de enero
( a la gente le llega al pincho la poesía )
déjame cantar mi canción.
escribo con spray en los sardineles
en el monumento al maestro
( en huelga )
y en la noica vastedad
de las madrugadas.
es primero de enero
( a la gente le llega al pincho la poesía )
déjame cantar mi canción.
Fuente: Rubio Acosta, Augusto. Poquita fe. Bisagra editores. Huancayo, 2010.
Pablo Moreno Valverde
Nació en Quiruvilca, La Libertad, en 1976. Es licenciado en Educación, en la especialidad de Lengua y Literatura, por la Universidad Nacional del Santa. Fue uno de los fundadores del Grupo literario "Brisas" en la institución donde se formó. Obtuvo una Mención Honrosa en el I Concurso de Poesía a Chimbote "Voces del mar", organizado por la Universidad César Vallejo (2009). Es autor de los libros de poesía "Tras el cristal"(2011) y "La última morada del silencio" (2011).
Destino
se buscó
en
sus genes
y
la respuesta
fue
efímera
no
entendió
la suma
de
su destino.
Solo
vio
entre sus falanges
la cara de Dios
sobre
una moneda.
Fuente: Moreno Valverde, Pablo. Tras el cristal. Ornitorrinco editores. Lima, 2011.
Denisse Vega Farfán
Nació en Trujillo, el año 1986. Autora de los poemarios “Euritmia" (2005), “Una morada tras los reinos (2008)”, con el que obtuvo el premio Poesía Joven del Perú 2008, y de la plaquette “Hippocampus" (Uruguay, 2011). Poemas suyos han sido traducidos al inglés y francés, apareciendo en revistas nacionales e internacionales.
ignoro lo que pende
en mí
si
un rayo un búfalo muerto
o
un jardín de estacas
a
punto de clavarse
le
huyo a la noche
al
sol de los paganos
me
alimento con el pan que nadie quiere
me
embriago con el silencio que el hombre ignora
duermo sobre el ombligo de una acémila muerta
que
es mi nombre
escarbo
su pelambre aromada por desollados frutos
de
pureza
no
poseo un rostro definido
mi
piel está hecha del cuero de muchos animales
mis
órganos son los frutos
de
alguna mandrágora venenosa
mi
historia es el tartamudeo
de
cada dios inexistente
mis
ojos son humo
y
humo azul mi lengua
todo
canto que llega a mis oídos
se
convierte en plaga
no
conozco padres
soy
la consecuencia de varios apareamientos
probablemente
la marea que sube y baja en mi cabeza
es
producto de aquél entre un salmón y una loba
no
sé dónde permanecer
si
en la tierra en el agua
o
en la atmósfera que tiene la expresión
de
un enorme ahogado
que
licua el universo
mi
nombre está detrás de todos los nombres
pergeñando
sus vestidos
tratando
de descifrar cómo dignamente deben morir
las
especies como yo
no
sé si por mi rostro corre azufre
o
las resonantes palabras de los muertos
por
tantos siglos antes de los siglos
algo
parecido a la sed y la ondulación de la abeja
me
ha desgarrado la nuca
animal
de ceniza
esteparia
sangre
coágulos
de cieno mal zurcido
mi
sombra ha abandonado los espejos
y
desaforada ríe
en
el dintel de las cosas
el
sol de aluminio ha caído
anidándose
en mis vísceras
la
eternidad y sus hierros
se
han desplomado sobre mis hombros
el
hombre de lata golpea y golpea
su
ciego tambor bacante
busca
entre sus despojos un charco limpio
para
alzar un torrente
de
fuegos de sílfides de escamas
intenta
anudar las corrientes en un solo verbo
con
manos impropias
hasta
para amar a las piedras
no
ha de herirme
no
ha de verme
aunque
lo embista con una antorcha viva en sus ojos
pero
sus hilos como máquinas
jadeos
de un ángel desvanecido
al
ras de mis talones
el
reptil que adivina el paisaje
y
delinea la frontera
las
escalas
los
descensos
el
cebo atorado en la garganta
la
soledad desde la primera culpa
el
obituario
he
de retirarme de aquí como un ciego
que
arroja el bastón
he
de cubrir con cal mis señales
saltar
sobre esas cabezas soleadas
que
no voltean la noche
ese
amor de caucho
removiendo
la polvareda
Fuente:Vega Farfán, Denisse. Una morada tras los reinos. CCE & Lustraeditores. Lima, 2008.
Fuente:Vega Farfán, Denisse. Una morada tras los reinos. CCE & Lustraeditores. Lima, 2008.
http://mareacultural.blogspot.com/2009/06/denisse-vega-y-una-morada-tras-los.html
http://mareacultural.blogspot.com/2008/09/denisse-vega-poeta-joven-del-per-2008.html
sábado, 9 de junio de 2012
Oscar Colchado Lucio
Poeta,
cuentista y novelista, nació en Huallanca, Ancash, en 1947. Reside en Lima desde
1983. Anteriormente vivió en el puerto de Chimbote, donde fundó el Grupo
Literario Isla Blanca y dirigió la revista Alborada. Creación y análisis. Es
profesor de Lengua y literatura. Entre sus obras narrativas más importantes
figuran: en cuento: "Del mar a la ciudad" (1981), "Cordillera
Negra" (1985), "Camino de zorro" (1987), "Hacia el Janaq
Pacha" (1989) y "La casa del cerro El Pino" (2003). En novela
juvenil: "Tras las huellas de Lucero" (1980), "Cholito en los
Andes mágicos" (1986), "Cholito en la ciudad del río hablador"
(1995), "¡Viva Luis Pardo!" (1996), "Los dioses de Chavín"
(1998), "Cholito en la maravillosa Amazonía" (1999) y "Cholito
en busca del carbunclo" (2008). También es autor de un libro de cuentos
para niños: "Rayito y la princesa del médano" (2002). Ha publicado,
asimismo, las novelas "Rosa cuchillo" (1997) y "Luis Pardo". "Noticias del gran bandido" (2010), así como una obra temprana: "La
tarde de toros" (1974). Colchado es autor también de tres poemarios:
"Aurora tenaz"(1976), "Arpa de Wamani"(1988) y
"Devolverte mi canción"(1989); y un manojo de leyendas para niños. Ha
recibido, entre otros premios, el “José María Arguedas” de cuento (1978), el
“José María Eguren” de poesía (1980), el Premio Copé (1983), el Premio Nacional
de Literatura Infantil y Juvenil (1985), el Premio Latinoamericano de Cuento
(CICLA 87), el Premio Nacional de Educación (1995), el Premio Nacional de
Novela “Federico Villarreal” (1996) y el Premio Internacional de Cuentos “Juan
Rulfo” (2002). En el 2011, publicó su gran esperado volumen "Hombres de mar".
Un día Irene
Un
día, Irene, nuestra patria será distinta.
Podremos
sembrar trigo
en
el sitio donde hoy todos las estrellas
convergen
mudas.
Habrá
niños recogiendo caracoles en las playas
y
también banderas de amor
flameando
en nuestros pechos,
y
entonces sí que echaremos al viento
nuestras
alegrías tantas veces
reprimidas.
Bendeciremos
los caminos
que
dieron cauce a nuevos himnos.
Te
escribiré todos los días
con
las palabras que ne mi garganta
yacen
prisioneras
no
habrá hambre
y flamearán
sonrisas
sobre
nuestras lágrimas al fin evaporadas.
Pero
hoy que la cólera nos convoca
y
nuestros ojos son charcos
donde
se empozan las cenizas de los abyecto,
siempre
nuestros besos sabrán amargos
y
la tristeza no dejará de empañar nuestras miradas.
Mañana
luego
que hayamos recuperado el pan, el trigo, la semilla,
sonrientes
curaremos las heridas
y
el beso y el amor y hasta las querellas nuestras
tendrán
la dimensión apetecida.
Fuente:
Cultura de Chimbote. El despertar de un coloso. Víctor Unyén Velezmoro. 1979.
Fernando Cueto
Labra palabra
Y ese grito que nos buscaba
atravesando largas tormentas,
recorriendo los círculos concéntricos
de la oscura memoria.
Y esa catarata auroral
de torrentosas voces,
y los otros gritos,
los que iban en respuesta
al constante eco.
Sutiles sonidos de cuerpos
sobándose en la noche,
fundiéndose con los extenuados
arrullos maternales,
esos cantos breves
que nos descifran el Universo
y nos asustan con su rotunda
felicidad.
Entonces esa imagen sembrada
en el espíritu,
estrellándose con la esmaltada
sonrisa,
inmanente al olor severo
de la tierra,
a la visceral música indeleble
del idioma.
Esa desbordada voz que nos nombra
y repica desesperada en la lengua,
en los dientes insinuantes
y nos inunda la boca de cal viva,
de miel inveterada
y regurgita recia vitalidad
por los sonidos nasales,
por los susurros aprehendidos,
por la prístina imagen copulada
y se labra la palabra,
Oh, Alfarero,
tu magnífico don.
Fuente: Cueto Fernando. Labra palabra. Río santa editores. Chimbote, 1997.
Juan Ojeda
En vida publicó "Ardiente sombra" (1963) una elegía dedicada al poeta Javier Heraud; "Elogio de los navegantes" (1966), que obtuvo una mención honrosa en el concurso "Poeta joven del Perú" y "Eleusis" (1972). Visitó Brasil y Panamá, luego, a su regreso (1973) ingresa a la Escuela de Bibliotecarios en la Biblioteca Nacional.
El 19 de noviembre de 1974, a la edad de 30 años, el cuerpo inerte de Juan Ojeda fue encontrado tirado junto a la berma, en la cuadra 23 de la Av. Arequipa. El poeta afirmaba que "la vida es una breve fiesta a la cual todos estamos obligados a asistir".
Soliloquio
Para el que ha contemplado la duración
lo real es horrenda fábula. Sólo los desesperados,
esos que soportan una implacable soledad
horadando las cosas, podrían
develar nuestra torpe carencia,
la vasta sobriedad del espíritu
cuando nos asalta el temor
de un mundo ajeno a los sentidos.
Qué esperarías, agotado de ti
o una estéril música,
cuyo resplandecer al abismarse te anonadaría.
Pero tú yaces oculto o simulas alejarte
de lo que, en verdad, es tu único misterio:
en la innoble morada de la realidad
nutres un sentido más hondo,
del que ya ha cesado todo vestigio humano.
Y destruyes
el reino de los innombrable, que en ti mismo habita.
¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar, descendiendo
en una materia más huraña que el polvo?
Nada hay en los dominios frescos
del sueño o la vigilia.
Así
he considerado con indiferencia mi vida,
y ya debemos marcharnos.
Fuente: Juan Ojeda. Bajo la piel de la palabra. Revista de colección (Conozca a los poetas peruanos). Lima, 2011.
viernes, 8 de junio de 2012
César Quispe
(Chimbote,
1977). Es fundador de las revistas de literatura "Tinta libre" y
"Eleusis". En el año 2003 obtuvo el Primer Premio en los Juegos
Florales de Poesía “Juan Ojeda Ojeda”, organizado por el Instituto Nacional de
Cultura de Chimbote y la Universidad César Vallejo. Colaboró en el diario
"La Industria de Chimbote". En el 2007, publicó su primer poemario,
"El vuelo de la mosca". En el año 2009 fue galardonado con el Primer
Premio del V Concurso Internacional Bonaventuriano de Poesía, organizado por la
Universidad de San Buenaventura en Cali, Colombia. En el 2011 se consagra con el
I Premio Internacional “Carlos Ernesto García” en poesía, convocado por la
Universidad Francisco Gavidia, de El
Salvador. En el 2011, lanzó su segundo poemario "Una piedra desplomada". Sus poemas aparecen en revistas nacionales e internacionales. Es
docente en el Instituto Superior BITEC de Chimbote. Actualmente colabora en el
diario "Correo" de Chimbote y dirige la revista de literatura "5esquinas".
IV
no me hundas
tu corona líquida
solo derrámate con tus ancas en los miles espejos
de las moradas
llora los sueños
antes de abrir las puertas y los puertos
disfruta los crepúsculos en tu boca m a q u i n a l i z a d a
dona tu corola entreabierta
y descubre los llantos plumíferos
de los que viven como tú entre los ruidos
pero no me hundas
tu c o r o n a l í q u i d a
déjame abandonar la cama
s i e s to y p e g a d o a l i n s o m n i o
si nada ansío de nada
p r e c i s a m e n t e
no puedo hacer nada como los insectos
que se atropellan
d e l i r a n f a l l e c e n
s e r e i n t e g r a n s e i n f l a m a n
s e b u s c a n y s e e n t r e g a n
pero yo de ti
no reclamo nada
Fuente: Quispe Ramírez César. Una piedra desplomada. Ornitorrinco editores. Lima, 2011.
http://mareacultural.blogspot.com/2008/05/quispe-el-lado-potico-de-la.html
http://mareacultural.blogspot.com/2009/06/entrevista-cesar-quispe.html
http://mareacultural.blogspot.com/2009/06/entrevista-cesar-quispe.html
miércoles, 6 de junio de 2012
Esteban Couto
Hay en la substancia del hombre
un dolor
que lo seca por dentro
se disuelve/ suda/ terco reaparece
tiende un escalofrío en sus tinieblas.
Existen colapsos convertidos en humo
un manojo de hiedras absorbiéndole las venas
cuando tantea la acidez de sus tierras.
todo en él muere
y aunque renazca
perseguirá los rastros
de su atroz nebulosa
/ en proterva flama.
Escuchen:
en cualquier ojo
en cualquier milésima de segundo
de cualquier ser puro
sentirá el alma un dolor
que lo partirá en pedazos.
Por eso la tenebrosa quema de los trigos
/ cuánta maleza!/
por eso la materia de las llagas echando
sus últimas raíces.
Fuente: Couto Esteban. Saco de Carbón. Aletheya. Arequipa, 2011
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